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Testimonio de Ilse Villamar Cedeño Coordinadora de Red Tamar Colombia

Soy Ilse Villamar Cedeño, ecuatoriana, religiosa de la Congregación Hermanas de la Divina Voluntad. Me defino como una persona alegre, sencilla, que goza de sentirse hija amada de Dios, lo que me lleva a ser sensible al dolor de las personas. 
En la actualidad vivo en Bogotá y coordino la Red Tamar de la Conferencia de Religiosos de Colombia, red enfocada en enfrentar la trata de seres humanos, donde el Señor me ha dado la posibilidad de servir a una de las poblaciones más vulnerables e invisibilizadas, en la defensa de los derechos humanos y la dignidad de ser hijas e hijos de Dios a su imagen y semejanza. Resalto la riqueza de trabajar en alianza con religiosas/os, laicas/os e instituciones con un objetivo en común: la dignidad de la persona.

¿Qué significa trabajar contra la trata de personas en Colombia y cuáles considera que son los principales desafíos?

Para mí, trabajar contra de la trata de personas es escuchar y dar respuesta al gemido de dolor de Dios ante el clamor de su pueblo (Ex- 3:7-15), ante las nuevas esclavitudes que afecta a niñas, niños, jóvenes, mujeres y hombres. Con actividades de prevención, visibilización y acompañamiento a las sobrevivientes y víctimas de este flagelo. 
Como Red Tamar tenemos algunos desafíos importantes: Urge ampliar los horizontes para llegar a las nuevas periferias geográficas y existenciales; la necesidad de crecer desde los territorios, desde las seccionales con los rostros culturales de nuestra diversidad étnica y cultural, poder llegar a lugares donde no llegan los entes estatales, en esa Colombia profunda donde la mayoría de casos de trata suceden y quedan en la impunidad; documentar y consolidar a nivel cuantitativo y cualitativo esas situaciones de trata que nos permita incidir políticamente y convertirnos en una alternativa para las víctimas y un referente válido para las instancias nacionales e internacionales, del mismo modo, escalar ante entidades internacionales, desde dentro hacia fuera, en la superación de la impunidad y complicidad de las entidades estatales, de modo que la red se posicione como referente en la lucha contra el delito.

Alguna experiencia en su servicio y acompañamiento a las víctimas y sobrevivientes de la trata que desee compartirnos.

La experiencia más bella que he tenido con las mujeres víctimas y sobrevivientes de la trata, es la fe que ellas tienen en Dios, que a pesar de todo lo vivido dicen: Dios me ama, soy una hija amada y Él siempre ha estado conmigo. Esto hace que se vuelvan replicadoras incansables en la prevención de la trata de personas para evitar que alguien sufra lo que ellas han sufrido.
La experiencia más dolorosa que he vivido fue participar en un evento de la “Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición” donde una de las sobreviviente acompañada por red Tamar, narró con detalle ante el auditorio que fue víctima de esclavitud sexual, de violaciones masivas y sobreviviente de un empalamiento, martirio que vivió por 12 años definiéndose como: “soy una mujer muerta en vida”. Todo lo vivió en silencio y nunca denunció por miedo ya que vivía en territorio de paramilitares. Fue muy doloroso escuchar los relatos de 30 casos de diferentes tipologías de violencia sexual: algunos narrados por las víctimas y otros, por razones de seguridad, fueron leídos por defensores de derechos humanos, funcionarios de diversas agencias del Estado y representantes de la comunidad internacional que acompañan el proceso de paz, que al momento de leerlos se les quebraban la voz y no podían continuar la lectura. 
Recuerdo que al terminar el evento, me disponía para abandonar el lugar, cuando la mujer que acompañaba desde red Tamar, escapó ante todo el cordón de seguridad que tenía por ser testigo protegido y llamaba gritando mi nombre, corrí hacia ella pensando que le sucedía algo malo, le pregunté qué pasaba y respondió: Hna. Ilse, solo deme un abrazo. 
No tuve tiempo de reaccionar, ella me abrazó, su cuerpo temblaba, y repetía: abráceme hermana, abráceme hermana, mientras lloraba. No sé cuantos minutos duró el abrazo, pero para mí fue eterno; me aferraba tanto que me impedía respirar y sentía su corazón latir acelerado que confirmaba toda la angustia y el dolor de lo que había contado minutos antes. 
Mientras nos abrazábamos, yo decía interiormente: ¿Señor, cómo puede existir tanta maldad en el ser humano? si tú nos has creado a imagen y semejanza tuya.

¿Qué has aprendido en este proceso y custodias en tu corazón? 

Escuchar: escuchar desde las palabras, los gestos, la mirada, la sonrisa, porque el corazón grita de dolor; escuchar el dolor en el silencio. Porque el dolor que viven las víctimas de la trata de personas pocas veces se grita con la voz, hay que saberlo escuchar en el silencio y algunas veces, gritar por ellas.
Llevo en el corazón la riqueza de la sinodalidad, el caminar juntas y juntos desde los diversos carismas congregacionales y laicales, como característica de red Tamar: unidad en las metas, unidad en la búsqueda de alternativas, unidad en el compartir fraterno desde la diversidad carismática y congregacional.

Por favor, un mensaje final 
He aprendido que para luchar contra el “comercio de la vida o la esclavitud del ser humano”, es urgente que nos articulemos y unamos fuerzas, como Vida Religiosa/os, Laicas/os e Instituciones, porque solos no podemos romper las cadenas para liberar a las víctimas de la trata de personas.